Para Tiago Segades Porta, príncipe de los elfos, señor de los olivos, heredero de ausencias.

Acerca de la luz.

Llegará la mañana del día señalado por los dioses para que el huerto estalle como nunca en torno a los estanques,
impregnando de aromas las esferas, los calendarios rotos, las arenas descalzas capturadas en vientres de cristales llagados por la luna;
preludiando los pétalos del alba, las intensas corolas desvelando las pieles de los lirios.
Entonces,
de improviso,
la luz detonará entre las azucenas
y los nombres secretos de los elfos horadarán el aire en una algarabía de jazmines.
Las palabras calladas durante la impiedad de los eclipses retomarán su ritmo de conjuro, de salmodia precisa.
Serán solemnemente pronunciadas por los labios del viento.
Las palomas liberarán sus vértigos azules, su dulzura de bayas, su identidad de grávidos arrullos, su avidez de horizontes.
Encenderán el regocijo.
Desprendidas del tallo, de las hojas, de las verdes prisiones de sus cálices,
las almas de camelias peregrinas emprenderán el viaje hacia los puertos, hacia las blancas costas, hacia las torres blancas.
Lejos de los brumosos laberintos y el corazón cerrado de la noche.
Se escuchará el llamado de los robles junto a la densidad de los helechos.
Habrán de regresar los unicornios de sus lejanas diásporas, galopando sobre la espalda de los musgos tiernos
y, envueltos en sus alas deslumbrantes, los príncipes del reino retomarán las sendas del origen,
arderán en vorágine de lámparas, en una llamarada de luciérnagas.
Después de desandar las espirales, las cavernas, las secas dentelladas de las fauces oscuras.
Antes de atravesar los pórticos de piedra que jalonan rituales y solsticios y esa bifurcación de los umbrales hacia las dimensiones del misterio.
Y aunque anden los demonios azotando sus rabos de tiniebla entre las margaritas.
Aunque se empeñen en tejer penumbras, ardides como niebla desmedida, rastreras artimañas,
la luz parirá luz sobre las hierbas, sobre la castidad de las magnolias.
La luz renacerá salvajemente.
En lo alto del olivo su estatura de hoguera, de demente amapola.
Afiebrada su médula de plata, de azogue esmerilado.
Indomable la entraña.
Como fue en el principio.

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Música

Esta obertura ha sido creada especialmente para el libro por el músico Raúl Segades, padre de Tiago. Historias para Tiago ( obertura) by Raúl Segades

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