Para Tiago Segades Porta, príncipe de los elfos, señor de los olivos, heredero de ausencias.

Acerca de vigilias.

En el reino intermedio
-entre las floraciones del oeste que los hombres llamaron pensamientos,
círculos de invisibles amanitas, plantíos de dedales como fuego donde siempre llegaban a libar las abejas
y un monte de campánulas oscuras a cuya dulce sombra las elfinas del aire tejían sus embrujos-
en plena primavera, los dioses susurraron el perfil de su nombre.
Se la conoce con distintas voces:
antigua dama de los caracoles, guardiana de los huertos, reina de los jardines solitarios.
Afuera de sus muros rugen los vendavales.
Pero ella permanece tras los pórticos como si no escuchara.
Porque sólo su madre debió haberle entregado las llaves que desnucan los misterios.
Almacena ternura para nutrir las altas varas de los gladiolos, siempre huraños, lejanos, insolentes.
Protege a las magnolias de toda una bandada de horizontes
y a las dalias bermejas, desmesuradamente golondrinas, cuyos bulbos quedaron sepultados bajo las margaritas.
Vigila cada tallo, cada hoja, de las urgencias de los caracoles.
Vigila cada tallo.
Cada hoja.
Vigila.
¿Y si una madrugada los dedos del rocío decapitan las matas de jacintos?
¿Y si los maleficios de la hortensia ahogan las semillas?
¿Y si alguien se atreviera, nuevamente, a sepultar la luna entre escombros de lirios?
¿Y si el destierro crece hasta erizar fronteras donde nadie recuerde el idioma que hablaban los antiguos patriarcas de la bruma?
¿Y si un solsticio de estos regresara el señor de las heridas a reclamar un sitio en la esperanza
y no pudiera contra las violetas que le arañan los párpados abiertos al insomnio desde hace tanto tiempo?
Afuera de sus muros rugen los vendavales.
Pero ella permanece tras los pórticos como si no escuchara.
Y extirpa las malezas, sepulta tulipanes, inyecta fresca savia de almudenas para saciar los sueños de los príncipes elfos,
desnuca las ortigas que asedian a la maga
o los secos silencios que le hielan la sangre cuando aúllan de miedo los olivos.
Porque sólo su madre
debió haberle entregado la clave bautismal de sus secretos.

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Música

Esta obertura ha sido creada especialmente para el libro por el músico Raúl Segades, padre de Tiago. Historias para Tiago ( obertura) by Raúl Segades

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